
¿Disfrutar del cambio, o resistirse y sufrir?
Podemos ver la situación actual como el inicio de una gran crisis sin precedentes y lamentarnos o llorar; o, por el contrario, con la perspectiva de la oportunidad de un cambio necesario. Tenemos que disfrutar el cambio.
Pasaremos momentos difíciles, pero es una inmensa ocasión que nos puede hacer mucho bien y, sin esperar, de forma inmediata, desde el momento en que sepamos leer el camino y transitarlo convirtiendo muchas de las aparentes penalidades en alegrías y dejando a un lado la imagen de nosotros y del mundo que hasta ahora nos habíamos inventado y el sistema alimentaba, porque el mundo ya no es igual. Cambiar y disfrutar del cambio o resistirse y sufrir, ¡Elige!
Estamos habituados a recibir publicidad que nos habla de ocasiones especiales o nuevas oportunidades... ninguna es tan grande como la que tenemos en nuestras manos; que además es gratis y con unos beneficios tan grandes que no exageramos si decimos que puede cambiarte la vida.
Por otra parte, es innegable que estamos al inicio de una gran crisis económica y mucha gente tiene miedo, este es directamente proporcional al temor al cambio. Es comprensible que los "ciudadanos de bien", que han logrado situarse en esta sociedad, domesticándose y renunciando a todo lo que le pedía su corazón vean ahora peligrar la seguridad que les garantizaban sus riquezas materiales.
Pero no sólo los pobres ciudadanos tienen miedo, sino que también los “grandes poderes”, no solo porque este virus no entiende de clases sociales, ni de cuentas bancarias. Los poderosos temen que esto se les vaya de las manos y al final la jugada les salga mal. Están avisando del enorme peligro que supondría que las personas se dieran cuenta y cambiaran para comprar solo lo que necesitan: eso sería catastrófico para el modelo actual, basado en el aumento continuado del consumo.
En esa encrucijada nos encontramos y, para colmo, confinados en nuestras casas: ¡con tiempo para nosotros!, ¡tiempo para pensar! Cuántas veces nos hemos quejado de no tener tiempo. "¡Con lo que nos gustaría tenerlo!" Decíamos.
Y esto nos puede hacer ver y darnos cuenta de que como no teníamos tiempo para conocer, hacer y descubrir por nosotros mismos: lo intentábamos comprar para tenerlo todo, pero ni aún los mas pudientes eran felices. Pero, si antes no éramos felices pudiendo comprarlo todo... ¿qué va a ser de nosotros ahora, con la enorme crisis?
Pero está ocurriendo algo maravilloso, inesperado, ¡estamos confinados!. Si nos dicen hace dos meses que íbamos a estar sin salir tantas semanas, hubiéramos respondido que es imposible, ¡Que nos volveríamos locos! Pero… realmente no estamos tan mal, ¿no?
Es cierto que, aunque muchas personas lo están pasando muy mal, se ha puesto de manifiesto no ya la falta de voluntad, si no la incompetencia de muchos que nos lideran. Pero también es cierto que no está habiendo tantas depresiones como muchos preveían; al contrario, está floreciendo la solidaridad, la comprensión, el cuidar al prójimo, las ganas de querernos y de reconocer la labor de otros y, por encima de todo, volvemos a tener héroes. Nos estamos comportando como no hacíamos antes... ¡y este es el cambio, nos estamos volviendo personas!
A pesar de los esfuerzos y las enormes inversiones hechas por convertirnos en números, con un perfil perfectamente captado por las redes y revendido a las grandes empresas, todos sabemos que conocen lo que hacemos, con quién estamos, lo que comemos e intentan saber lo que pensamos, no somos más que unidades de consumo y producción.
Pero esta situación nos ha hecho ver que no es así, que aún tenemos una oportunidad. Ahora tenemos tiempo para “perderlo” y recordar qué somos, además necesitamos sentirnos como personas. Esta es la necesidad número uno de la nueva sociedad, de la nueva era.
Es verdad que viene una gran crisis y que ya no podremos comprarlo todo pero ¿y si nos centramos en lo que no se vende?...
Nuestras necesidades son tan grandes y aparentemente tan inalcanzables como que alguien nos escuche, que sintamos que le importamos, que nos quieran, que nos acepten como somos, que alguien “pierda su tiempo” con nosotros y nada de esto, nada de las necesidades prioritarias, de nuevos tiempos: Ninguna se compra y son las esenciales para vivir.
¿Puede esta crisis hacernos ver esto? ¿Puede que nos convierta a todos en mejores y verlo todo de otra forma, con alegría, y compartiéndola con los demás? Rotundamente SÍ.